
Experiencias de un entrenador español en China
En noviembre de 2015 viajé por primera vez a China para iniciar una aventura como entrenador en una academia española creada un año antes. Esta academia pretendía comenzar a desarrollar la metodología y mentalidad futbolística españolas en un país tan distinto como es el gigante asiático. Disponían de varias sedes en distintas ciudades y un buen número de entrenadores jóvenes españoles para desarrollar la idea junto con un staff chino.
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El interés de China en el fútbol
Desde que el presidente Xi Jinping llegó a su cargo, allá por 2013, una de las medidas más ambiciosas que tomó fue la de intentar convertir a su país en una potencia futbolística mundial. Y esto lo basó en tres objetivos: que la selección china de fútbol se clasifique para un Mundial (solo ha participado en el de 2002), organizar un Mundial y ganar un Mundial. Para ello, desde entonces, han destinado gran cantidad de recursos y dinero para tratar de desarrollarlo.
La primera medida fue la de incluir el fútbol como asignatura en la enseñanza, así como construir campos y estadios en todas las escuelas y ciudades. La segunda, que los equipos de fútbol profesionales chinos realizasen grandes fichajes de futbolistas europeos y americanos, aunque, tras unos años, se dieron cuenta de que no servía de nada gastar tanto en ellos si no se ponían cimientos. Y aquí es donde llega la tercera parte, la de fomentar el fútbol base del país.
Choques culturales
En la teoría, todo este megaproyecto parecía perfecto. Sin embargo, China siempre se ha caracterizado por destacar en deportes individuales (atletismo, natación, gimnasia, etc.), deportes de raqueta (bádminton y tenis de mesa) y algunas artes marciales. Y no solo eso, sino que su forma de entrenarlos ha sido siempre muy analítica, basada en la repetición y en la ejecución. Además de entrenar durante muchas horas cada día.
Por si fuera poco, la tradición educativa y cultural confucianista, basada en la autoridad del superior, la obediencia y el control, choca frontalmente con el fútbol, un deporte en el que priman la toma de decisiones, la imaginación, la creatividad y el trabajo en equipo. Si a eso le sumamos la escasa popularidad del fútbol en el país hasta hace unos años y políticas como la del “hijo único”, podemos entender que esta misión es bastante más compleja de lo que parece.
El fútbol es un deporte de equipo y es muy importante la comprensión del juego a la hora de ponerlo en práctica adecuadamente. En China, por todo lo comentado anteriormente, se ha entrenado el fútbol como un deporte individual, basado en lo físico y en la repetición de gestos técnicos, olvidando todo o casi todo el componente colectivo y decisional. Para ellos, el buen jugador siempre es el más rápido, el más fuerte, el que más habilidad individual tiene con el balón, obviando si es capaz de asociarse con sus compañeros.
Mi primera aventura en China
Mi primera experiencia fue en la conocida ciudad de Xi’an, en la provincia de Shaanxi. Es una ciudad con una gran historia y legado cultural. No tiene un tamaño demasiado grande (en comparación con otras mega urbes chinas) y en el centro de la ciudad tiene un barrio musulmán que cuenta con un gran mercado, en el que se puede disfrutar de una rica gastronomía y en el que se pueden hacer compras de souvenirs y productos fake de buena calidad a buen precio.
En cuanto a lo deportivo, me encontré con una academia con diversos grupos de niños de entre 5 y 16 años. Siempre trabajábamos con entrenadores asistentes chinos. El nivel medio era muy inferior al nivel en España, aunque había algunos buenos jugadores. Como ya hemos dicho, el mayor problema de los jugadores chinos no es técnico, sino de comprensión del juego. Al intentar llevar a cabo nuestra metodología (muy adaptada a su nivel), nos encontrábamos con situaciones muy surrealistas en actividades realmente sencillas, en las que los niños no sabían qué hacer si no les dabas la respuesta concreta. El tener muchos entrenamientos semanales y tener que ser el responsable directo en todos también desgastaba bastante.
Hay que entender que los niños de la academia eran de familias con un nivel económico medio-alto. Independientemente del nivel, muchos venían porque les gustaba el fútbol o querían mejorar. Otros, porque querían iniciarse. Y, algunos, porque sus padres los llevaban a pasar el rato, a probar. Estos últimos eran los más difíciles de llevar, puesto que solían ser niños pequeños, bastante mimados en general, y con muy poca predisposición.
Una de las peores cosas de Xi’an era el frío que hacía a partir de diciembre, que dificultaba mucho el desarrollo de las sesiones. Los fines de semana, que eran los días que más horas de entrenamiento teníamos, lo pasábamos mal porque teníamos que aguantar temperaturas bastante bajas durante varias horas seguidas. Por lo demás, los niños y los padres solían ser bastante agradecidos cuando veían que te implicabas con tu trabajo.
Mudanza a Chongqing
Después de las vacaciones de Año Nuevo Chino, en febrero de 2016 la academia me trasladó a Chongqing, donde necesitaban a otro entrenador. Esta ciudad era diferente a Xi’an: más grande, con menos historia y con un crecimiento anual de población impresionante. Además, tenía una ventaja: tenía un equipo de fútbol profesional en la Superliga China (la primera división del país), el Chongqing Lifan, y mi academia tenía la oficina en el mismo estadio donde este equipo jugaba.
La ciudad era menos cosmopolita y había obras por todas partes. La temperatura era mucho más cálida y eso se agradecía mucho en invierno y primavera, pero en verano se convertía en un auténtico infierno de calor y humedad. También llovía continuamente. En cuanto al trabajo, era muy parecido al que realizamos en Xi’an, aunque daba la sensación de que tener al equipo profesional hacía que la gente mostrase una mayor implicación y seriedad hacia el fútbol.
Las diferentes visiones de cómo debía ser el proyecto deportivo (priorizando cantidad frente a calidad) fue uno de los motivos que hicieron que decidiese volver a España en julio de 2016 a buscar otros retos distintos dentro de mi carrera como entrenador. De todos modos, estoy agradecido a esta esta academia, que me dio la oportunidad de conocer China y el fútbol chino, así como de poder dedicarme profesionalmente al fútbol por primera vez en mi vida y conocer a muchos buenos amigos.
Mi segunda aventura en China
En septiembre de 2018 comencé una nueva andadura por el gigante asiático. Esta vez, como entrenador del equipo de una Middle School en Shashi, Jingzhou (Hubei). La ciudad no tenía nada que ver con las dos anteriores: una ciudad del interior, no muy grande, en una de las provincias más rurales de China. Si en mi primera experiencia costaba bastante que los chinos entendiesen nuestra forma de trabajar, aquí todavía se iba a complicar más la cosa, por la mentalidad tan cerrada.
Y no solo eso, sino que antes tenía a muchos españoles en la misma empresa con los que trabajaba a diario y ahora me tocaba apañarme solo con la gente de mi escuela, todos chinos. Por suerte, en la ciudad hubo también otros españoles dentro del mismo proyecto, pero cada escuela era independiente de las otras y cada uno tenía sus particularidades laborales. Pese a vernos varias veces por semana para convivir, en el trabajo estábamos “solos” con los chinos.
En lo futbolístico, la parte buena era que todos los chavales del equipo tenían un nivel aceptable y que jugaban porque les gustaba. El trabajo fue algo más sencillo porque uno de mis compañeros ya había estado diez meses en mi escuela antes que yo. Pero, igualmente, muchos jugadores iban cambiando de un año a otro y había que empezar de cero. En mis entrenamientos tenía libertad total para trabajar. Los problemas venían por otra parte.
A los entrenadores chinos de mi escuela no les hacía demasiada gracia tener a un español por allí, ya que pensaban que yo iba a robarles su trabajo. Ya desde un primer momento evitaron darme demasiada visibilidad y solo pude ir a un torneo local con el equipo. Tampoco me ayudaban en nada para que los chavales viniesen a entrenar a diario. Algunos días tenía 20 jugadores, mientras que otros tenía 6-7, y no porque los jugadores no tuvieran interés, sino porque según el día les marcaban otras prioridades. En cambio, el equipo del High School, con entrenador chino y un nivel académico más exigente, siempre tenía a todos los jugadores disponibles.
Por lo demás, intenté poner de mi parte para llevarme bien con los demás responsables del fútbol de la escuela desde el principio, para que no me viesen como a una amenaza y sí como a un compañero. Pero era complicado hacerles cambiar de parecer. Con respecto a los chavales, fue el mayor disfrute que tuve, porque se implicaban enormemente. Les encantaba entrenar con nuestra metodología y tenía muy buena relación con ellos. Todos mejoraron muchísimo durante los diez meses que estuve con ellos. El momento de acabar mi contrato, a finales de junio de 2019, se hizo duro, porque todos ellos querían que siguiese (aunque no dependía de mí).
Mi tercera aventura en China
En septiembre de 2019 comencé mi tercera (y última, hasta el momento) etapa en China, esta vez en la academia de un gran equipo español en la ciudad de Chengdu (Sichuan). Chengdu es una de las mejores ciudades de la zona interior de China, con más de 15 millones de habitantes y en pleno desarrollo. La ciudad tiene de todo para los occidentales y también posee muchos sitios de interés turístico, tanto allí como en los alrededores de la provincia. Además, tiene un clima menos extremo que en otras muchas zonas de China.
En el plano deportivo, al tratarse de una academia de uno de los mejores clubes de fútbol del mundo, el proyecto era más serio y estable y estaba mucho mejor organizado que en las dos aventuras anteriores. La calidad de los entrenamientos primaba por encima de la búsqueda de la cantidad de niños y del dinero, por lo que para los entrenadores era de gran ayuda. Por poner un ejemplo, nosotros entrenábamos directamente a los equipos de competición y hacíamos de coordinadores de campo con grupos de menos nivel, donde supervisábamos y ayudábamos a entrenadores locales de nuestra academia.
Todo esto nos hacía poder centrarnos más en la calidad de las clases, sin pagar las consecuencias de perder mucha energía cuando entrenas a muchos grupos seguidos. El hecho de tener la garantía de calidad de un gran club hacía que los padres vinieran con menos exigencias que en otras academias. Y, en caso de tenerlas, se hablaba con ellos y se les explicaba que le metodología de trabajo era invariable y ellos debían decidir si querían que su hijo continuase con nosotros o no.
Desgraciadamente, todo terminó durante las vacaciones de Año Nuevo Chino de 2020, cuando el COVID-19 hizo su aparición en China y complicó la continuidad de todos los proyectos futbolísticos en el país. Actualmente, estoy a la expectativa de una cuarta aventura en China que me permita continuar con la labor que he podido desarrollar durante estas tres etapas previas. En ellas, junto con otros muchos compañeros y amigos, he podido enriquecerme y aprender de la cultura de un país maravilloso, pero también aportar mi grano de arena al desarrollo del fútbol chino, donde los españoles todavía tenemos mucho que ofrecer.
Si os interesa el fútbol y queréis leer algo más propiamente futbolero, podéis acercaros por mi blog, www.antoniogandia.es. Para más cosas (lugares que visitar, consejos y experiencias) sobre China, echad un vistazo por aquí.
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